Mirarnos, conocernos y entendernos desde una perspectiva que no solo contenga el presente y el futuro, sino también el pasado, nos hace devenir en seres mas completos, en el sentido de comprender que nuestra vida comienza y tiene huellas mas allá de nuestro nacimiento, que tanto física como emocionalmente tenemos una carga de vivencias y acciones personales, familiares, sociales y culturales pasadas y presentes.
El poder acercarnos a la historia nos brinda entonces amplitud en nuestra percepción de la vida. Es decir que se puede entender a la historia como un motor de los sentidos, que nos permite explorar nuestro ser, inquietarnos, valorar lo que nos rodea y nos acompaña, los elementos que recuerdan, que reconstruyen y que en definitiva conciben la sustancia de los días.
Entendida así, la historia permite transportarnos por distintas realidades del tiempo y el espacio, detenernos en nuestras vivencias y romper con la fugacidad de las experiencias.
De esta manera, es posible entendernos como hacedores de historia y percibir nuestra producción y nuestros actos como componentes de la misma.
La historia nos brinda la noción de movimiento y de cambio. Nos permite romper con lo estático, nos permite buscar, movernos y brindarle a nuestra vida, unidad y una profundidad diferente.